Cuando empiezas a planificar una temporada completa se tienen en cuenta ciertos factores importantes a la hora de acercarnos a los objetivos marcados para llegar en un estado óptimo de forma.
Se tienen en cuenta, en primer lugar, cuál es el objetivo y en qué fechas acontecerá y a partir de ahí se empieza a confeccionar un plan de trabajo enfocado únicamente hacia esa meta. Se empieza con un trabajo de base a baja intensidad y a un alto volumen; o lo que es lo mismo, un acondicionamiento general del organismo para más adelante poder someterlo a unas cargas de intensidad elevadas, que se irán ajustando a medida que se valore el estado de forma del corredor según el objetivo marcado.

Se pasará horas y horas encima del rodillo, sabiendo que no hay otro camino para, al menos, poder llegar al Tour en condiciones de luchar por el triunfo de nuevo y, para colmo, ves que tus rivales directos cómo pueden seguir compitiendo y entrenando con normalidad. Pero es aquí donde los grandes marcan la diferencia. Recuerdo que una vez mi amigo y gran compañero, Joseba Beloki, se rompió una costilla en la París-Niza y cuando retomo la competición presentada un aspecto muy bueno. Entonces le dije, "Joseba se te ve muy bien" y él me respondió: "no te imaginas las horas que me he pasado en el rodillo". Ese año Joseba hizo podium en el Tour. Ahí demostró lo gran corredor que es y que tenía en su cabeza muy claro cuál era su objetivo
Por eso cada vez más en el mundo del deporte se empieza a valorar más la tarea del psicólogo deportivo, implantándolo en los equipos, ya que son de vital importancia a la hora de combatir y ayudar a los corredores que atraviesan un momento difícil bien en lo deportivo o en su vida privada.

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